Evolución de la terminología sobre discapacidad en la legislación española y su efecto sobre las políticas sociales
Toda terminología va asociada a ciertas connotaciones. El uso de un término u otro para hablar de las personas con discapacidad a veces genera debate, pero eso no es negativo, porque influye en la evolución de las políticas sociales encaminadas a la rehabilitación e inclusión social.
En la legislación española se emplean indistintamente los términos minusvalía y discapacidad. Minusvalía proviene de minus (menos) y valía, que significa la disminución del valor que sufre una cosa. Determinar el valor de una persona es un concepto totalmente subjetivo, que varía de unas sociedades a otras y de unas épocas a otras. Así pues, podemos decir que es un término con connotaciones sociales negativas, porque supone una depreciación de la persona, afectando a ámbitos tan claves en nuestra sociedad como el empleo.
Por otra parte, si el término capacidad significa ser capaz de realizar ciertas cosas, la discapacidad supone no estar capacitado para el desempeño de ciertas funciones. La discapacidad se define como incapacidad física o mental causada por una enfermedad o lesión congénita y supone no poder realizar determinadas funciones, pero no hay una disminución en el valor del sujeto afectado. Cualquier persona está capacitada para el desempeño de ciertas funciones y, sin embargo, puede no estarlo para el desempeño de otras. Actualmente, se tiende al empleo del término discapacidad, menos ambiguo y con menos connotaciones sociales negativas que minusvalía.
Esta terminología podría evolucionar en el futuro y seguramente lo hará. Prueba de ello es la evolución, que a lo largo de la historia se ha observado en los términos empleados en la legislación española. Si los revisamos, desde sus inicios hasta la promulgación de la Constitución de 1978 veremos que por ejemplo, en 1910 se hablaba de anormales, entendiendo el colectivo como no normal. Otro de los términos que le siguieron, fue el de inútil, que es no útil o que no sirve para nada. Por otro lado, los enfermos mentales eran conocidos como enfermos psiquiátricos. Un psiquiátrico es una institución, un hospital específico para enfermos mentales. El denominar a los enfermos mentales como enfermos psiquiátricos lleva consigo una serie de consecuencias que se traducen en una línea de política social de (no) rehabilitación e integración determinada. Como es obvio, la política social adoptada, no favorecía la normalización social de estas personas. Posteriormente, se dio paso a los términos de subnormal (por debajo de lo normal), inválido (no válido) y el de deficiente (defectuoso, incompleto).
Mirando para atrás es evidente que la terminología empleada ha sido, a lo largo de la historia ofensiva y, puede que más que intencionadamente, haya sido consecuencia de falta de información, reflexión y comprensión. Por otra parte, algunos autores afirman que antes, buena parte de los programas iban dirigidos a personas en edad escolar o laboral en los que importaba mucho el problema del origen, dejando fuera los problemas funcionales de las personas mayores. Ahora, el proceso de envejecimiento ha puesto en un primer plano la intersección entre discapacidad y envejecimiento. Así, con el paso de los años hemos vivido cambios sociales en el uso del lenguaje y de aceptación de la diferencia que han ido acompañados de una evolución hacia la inclusión social. Más allá del debate, hoy sabemos que lo más importante es hablar de personas y, a partir de aquí, el debate puede seguir enriqueciendo la definición de este colectivo para seguir evolucionando en la formulación de políticas sociales.
Fuentes:
http://envejecimiento.csic.es/documentos/documentos/pm-definiciones-01.pdf